Con solo imaginar tu dulce presencia,
el encuentro de las almas en el roce de manos,
el asirte y no desear soltarte
y percibirte todo, completo, íntegro.
Mirar tus manos y contemplar en ellas,
tus señales, la experiencia de tu vida,
tu esperanza, tu fe y tus quimeras.

Olga Maria Sain
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