Me desnudé hacia ti de mis ropajes, de mi piel, de mis entrañas
y dejé el alma abierta de par en par para pertenecerte.
Tu mirada sobre mí era un sendero que llevaba a tu bosque escondido, a tu infancia, a tu espacio de anhelo, de tristeza, de ilusión.
Me dejaste anidar en él, en ti cuando entraste en mi.
Navegamos momentos, olas de complicidad
con espuma en sus crestas abiertas al cielo, a la noche, al día, al sol,
a la lluvia ...
Empapados de besos, de abrazos, del tacto etéreo;
de ojos encontrados en un mismo lugar, el nuestro,
quizás más allá y en la antesala del amor.
Amor que se hizo dueño de nosotros,
ese nosotros palpitante entrelazado con el aire
que juntos respirábamos.
Y ahora
No - ahora es antes y luego, ahora es siempre,
en la vida, en la muerte, un puente invisible
en un río que siempre fluye...

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados


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