Un día más
desconvoco los votos del silencio,
del recogimiento en un ignoto espacio,
abro puertas y ventanas al murmullo de las súplicas
algo se estremece, su seísmo avisa a mis pies
y acudo fiel servidora porque el dedo de un dios
me señaló hace tiempo:
aquél día en que empujé su mano hasta mi frente,
mientras la oración se eternizaba en su espiral.
Las estrellas fueron testigos de un anclaje en el sacrificio.
El altar está solitario
sin embargo
el abandono lo hace poderoso.

Olga Maria Sain
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