Antes de conocerte a ti, yo no existía
porque no puede llamarse vida
a aquélla que está ausente de alegría
o que agoniza de hastío o de aburrida.

No era como ahora, soñadora,
y no sabía que estaba en mí, la poesía.
Buscaba sin saber lo que buscaba
y amaba sin saber a quién amaba.

Y en ese vivir sin brújula y con prisa
una tarde que nunca se me olvida
tropecé con la luz de tu sonrisa.

En ésa misma noche ésta que sueña
sembró en su dormido corazón
la tímida ilusión de ser tu dueña.

Olga Maria Sain
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