Cuando la rosa no quiso ya ser rosa
miró sus pétalos marchitos:
el tallo buscó un sucedáneo
entre sus espinas
mientras el cárdeno atardecer
se desvanecía en su horizonte.
Tres gotas de sangre al azar
quedaron en mis manos cuando
rozaron su soledad.

Olga María Saín
©Derechos Reservados





Comentarios