Milagro repentino que sucedió en el viento,
en la tierra y en las tribulaciones del mar
e hizo aparecer a la mujer inquieta,
bajo el relieve de una expresión salvaje.
A veces triste, otras callada, muda.
Extendido el milagro alzó un grito inesperado.
La lluvia se había interrumpido por un hipotético sol
y fueron los jadeos dentro el alma, improvisados sones
nunca antes revelados
Quería sacar de sus propios labios
una cicatriz silenciosa y profunda.
Luego poco a poco se fue dispersando
y esquiva se perdió entre los laberintos del tiempo.

Olga María Saín
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