Siempre madre de la vida te hablo, te pido y me confieso.
Deja entrar a la muerte que iluminada viene a mí, que me lleve.
Abre todas las puertas para sus amplias alas, para su vuelo.
¿Soy de éste mundo?
Desheredada.
En mis manos toda la luz de la luna;
la vida, el sueño, la tierra, el mar
y al abrirlas encuentro la nada.
Oh, madre!
Entre agonías y dolores involucraste lo que era, me has traído dentro de ti.
He sido sólo el amargo fruto de las entrañas de un lirio
que nació en mal momento destinado al dolor y queriendo partir.

Olga Maria Sain
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