El amor
se dejaba dormir en el silencio de las manos.
Era él quien quedaba,
luego de las caricias,
descansando en la magia
que abrigaba
los cuerpos desnudos
y el alma vestida de delicias.
Era el amor el que se dejaba acunar
entre nuestras manos unidas.

Olga María Saín
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