La silenciosa memoria de estos años
se queda en los cajones y envejece conmigo.
Cada tanto mis manos se disponen a
quitar el polvo a esas huellas
de emoción que se rehúsan a morir.
Regresan siempre, sumisas,
calladas, al anónimo descanso de la espera.
Se ordenan al azar con variables rótulos
que marcan, cual vestigios, mi paso por el tiempo.
Sobrios epitafios,
sombras, murmullos, susurros vagos
que se amparan
a la breve caricia de la melancolía.
Olga María Saín
©Derechos Reservados
se queda en los cajones y envejece conmigo.
Cada tanto mis manos se disponen a
quitar el polvo a esas huellas
de emoción que se rehúsan a morir.
Regresan siempre, sumisas,
calladas, al anónimo descanso de la espera.
Se ordenan al azar con variables rótulos
que marcan, cual vestigios, mi paso por el tiempo.
Sobrios epitafios,
sombras, murmullos, susurros vagos
que se amparan
a la breve caricia de la melancolía.
Olga María Saín
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