Mi piel devora la humedad de tu mirada,
mis manos tientan torpemente tu figura,
caricia dulce que hace renacer el recuerdo embriagante
de tu cuerpo, de tu vibrar, de tus sentidos.
Mis labios agónicos
sucumben en tu piel suave y temblorosa,
tu ilusorio sortilegio deja huellas en mi imaginación,
ondea lento, sutil y tímidamente en mis adentros,
mientras el cielo recibe mi voz que gime
por tu cuerpo ardiente,
atado de manos, voluntad y pudor.

Olga María Saín
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