Añadiré cintas a mi pelo,
rodearé mi cuello
con un collar de abalorios de múltiples colores.
Lazos en el ruedo de mi vestido, hebillas a las sandalias,
y un tema lento al vaivén de mi cuerpo.
En mi rostro, mejillas sonrosadas por el sol,
brillos de lágrimas en las pestañas,
la timidez en la sonrisa.
Mis manos con una alianza,
un brazalete pintado
¿Y mis pendientes?
los aros de tus besos
desde el recuerdo, nada más.
Y aquel ardid de juventud,
casi descolorido a la luz;
los brillos de su tejido como oropel,
anudado a la cintura
flotando al compás de mi pasos.
Dejaré que me miren en el sendero,
con sus risas escondidas,
con su ceño fruncido,
con interrogantes en los ojos.
Si, mi pelo es casi blanco
lo he cortado a jirones desordenados,
mis manos se adornan con azuladas venas,
mi rostro no esconde
esos surcos que el tiempo talló.
Mis pasos a veces indecisos
en los salientes del terreno,
la respiración fatigada
me hace detener
y la memoria se despista un instante,
como si rodease recuerdos, nostalgias
que se tiznan de sepia.
Un reloj antiguo de muñeca,
a cuerda se ha estropeado,
sus manecillas están quietas
en la hora 12 de cualquier día
aunque el minutero parece moverse.
- No llevo puestas las gafas -
me gusta que se esfume
así le presto un simpático engaño.
Rescaté el bolso de fiesta de la abuela,
lleva adentro estampitas del misal,
suena la campana de la parroquia...
No - hoy no es domingo -
¿Un lapsus?
Yo rezo a las estrellas,
al sol cuando amanece,
a la tempestad que trae lluvia,
a las mariposas en su vuelo,
al canto de los pájaros...
Ah!... se hace interminable
el círculo de mi alabanza.
Mi pensamiento se hace reiterativo
cuando dejo que vaya sin cortapisas
Vaya! ... acabo de pisar
el único charco del parque.
Olga Maria Saín
©Derechos reservados
rodearé mi cuello
con un collar de abalorios de múltiples colores.
Lazos en el ruedo de mi vestido, hebillas a las sandalias,
y un tema lento al vaivén de mi cuerpo.
En mi rostro, mejillas sonrosadas por el sol,
brillos de lágrimas en las pestañas,
la timidez en la sonrisa.
Mis manos con una alianza,
un brazalete pintado
¿Y mis pendientes?
los aros de tus besos
desde el recuerdo, nada más.
Y aquel ardid de juventud,
casi descolorido a la luz;
los brillos de su tejido como oropel,
anudado a la cintura
flotando al compás de mi pasos.
Dejaré que me miren en el sendero,
con sus risas escondidas,
con su ceño fruncido,
con interrogantes en los ojos.
Si, mi pelo es casi blanco
lo he cortado a jirones desordenados,
mis manos se adornan con azuladas venas,
mi rostro no esconde
esos surcos que el tiempo talló.
Mis pasos a veces indecisos
en los salientes del terreno,
la respiración fatigada
me hace detener
y la memoria se despista un instante,
como si rodease recuerdos, nostalgias
que se tiznan de sepia.
Un reloj antiguo de muñeca,
a cuerda se ha estropeado,
sus manecillas están quietas
en la hora 12 de cualquier día
aunque el minutero parece moverse.
- No llevo puestas las gafas -
me gusta que se esfume
así le presto un simpático engaño.
Rescaté el bolso de fiesta de la abuela,
lleva adentro estampitas del misal,
suena la campana de la parroquia...
No - hoy no es domingo -
¿Un lapsus?
Yo rezo a las estrellas,
al sol cuando amanece,
a la tempestad que trae lluvia,
a las mariposas en su vuelo,
al canto de los pájaros...
Ah!... se hace interminable
el círculo de mi alabanza.
Mi pensamiento se hace reiterativo
cuando dejo que vaya sin cortapisas
Vaya! ... acabo de pisar
el único charco del parque.
Olga Maria Saín
©Derechos reservados
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