Eternidad,
no sé desde cuánta fijeza
tu temperatura nos atrapa,
nos mueve entre símbolos,
nos hace símbolos y empresa alucinante.
Desde qué inocencia tu abismo
se confunde en el canto que quisimos ser
y se desnombra en todas las palabras.
Para qué un fuego humanizado
si el solo hecho de intuirte cierta
nos recluye en el tiempo.
Eternidad,
tú que abres y cierras los caminos,
tú que desciendes
como el eco abstracto de los días,
recurrente y severa, con tu piel azul,
con tu esfera escindida por el sueño.
Dinos qué actos, qué dominios,
cuánta obediencia o finitud nos corresponde,
con cuánto cuerpo o simulacro de cuerpo
deberemos conciliar tu presencia.
Eternidad,
Espíritu del Tiempo:
cuánta pobreza o riqueza u otredad
podrías revelarnos.
Dinos qué cifra, qué silencio,
qué inminencia al olvido.
Dinos qué hay que destruir.
Olga María Saín
©Derechos Reservados
no sé desde cuánta fijeza
tu temperatura nos atrapa,
nos mueve entre símbolos,
nos hace símbolos y empresa alucinante.
Desde qué inocencia tu abismo
se confunde en el canto que quisimos ser
y se desnombra en todas las palabras.
Para qué un fuego humanizado
si el solo hecho de intuirte cierta
nos recluye en el tiempo.
Eternidad,
tú que abres y cierras los caminos,
tú que desciendes
como el eco abstracto de los días,
recurrente y severa, con tu piel azul,
con tu esfera escindida por el sueño.
Dinos qué actos, qué dominios,
cuánta obediencia o finitud nos corresponde,
con cuánto cuerpo o simulacro de cuerpo
deberemos conciliar tu presencia.
Eternidad,
Espíritu del Tiempo:
cuánta pobreza o riqueza u otredad
podrías revelarnos.
Dinos qué cifra, qué silencio,
qué inminencia al olvido.
Dinos qué hay que destruir.
Olga María Saín
©Derechos Reservados
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