La luna que brilla en el cielo se refleja mecida por el mar,
clara, tranquila, dulce, iluminando tu recuerdo.
Fue la misma que una vez brilló en tus ojos, que encendieron la luz de los míos.
Tu despedida llega sin decir adiós, tan solo con un profundo silencio.
Has dejado tu aroma escrito sobre el viento y cabalgando soledades.
Sin ti me adormezco sobre la arena del mar azul de mi otrora alegría;
queda mi pena mansa, gélida, por tu ausencia bruñida.
Los días bellos que despertaron mis ojos asombrados
yacen presos de la oscura noche y dejan su amor, su ternura,
su abrazo como llama encendida en la espera del día en que regreses.
Tu despedida sin decir adiós es un hondo silencio,
dejaste tu perfume escrito sobre todos mis tiempos.
Olga María Saín
© Derechos reservados
clara, tranquila, dulce, iluminando tu recuerdo.
Fue la misma que una vez brilló en tus ojos, que encendieron la luz de los míos.
Tu despedida llega sin decir adiós, tan solo con un profundo silencio.
Has dejado tu aroma escrito sobre el viento y cabalgando soledades.
Sin ti me adormezco sobre la arena del mar azul de mi otrora alegría;
queda mi pena mansa, gélida, por tu ausencia bruñida.
Los días bellos que despertaron mis ojos asombrados
yacen presos de la oscura noche y dejan su amor, su ternura,
su abrazo como llama encendida en la espera del día en que regreses.
Tu despedida sin decir adiós es un hondo silencio,
dejaste tu perfume escrito sobre todos mis tiempos.
Olga María Saín
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