El prisionero asume su condena
porque le permite ser.
El tiempo sólo a veces lo turba
(Una mirada densa, profundamente unida a la noche)
y suele compartir el sol
con los primeros pájaros que fecundan el alba.
Cuando acomoda trastos en su celda
se le oye silbar
y, así, como arrancada de la luz,
su música desmiente una agonía fugitiva y salvaje.
la libertad lo entibia piel adentro
entre oleajes de olvido, desnudez
o ternura sin culpa y sin regreso al mundo.

Si lo han visto vivir,
si lo han visto sonreír
acaso por el hueco de un ladrillo
sabrán que algo sucede:
que más allá de la fugacidad del sueño y sus deseos
hay un espejo fiel, hay una llama,
hay una herencia común que nos recluye
con éste solitario.

Olga Maria Saín
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