Amo las palabras aunque me encadenen,
Amo su benevolencia, su evasivo perpetuarse;
me acomodo en su cofre cuando ellas duermen
porque en mis sueños se apartan
permitiendo que las imágenes dejen sus extraños contornos.
Amo las palabras como pinceles en la paleta,
su color es aire que tantea la realidad cuando se distrae
bronceada de alientos que se fragmentan entre frágiles hilvanes.
Que la tejedora no detenga su misión.
Hoy ha tamizado el horizonte,
mañana será abrazo con la complicidad del viento,
con su hilar de seda sobre mi cuerpo
hará un traje de fiesta de vida y de muerte.
Amo las palabras que ocupan mis espacios,
ésos que aquella niña buscaba para disociar su presencia.
Soledad, te hice compañera como reflejo de esa otra yo
que jugaba conmigo sin estridencias.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Amo su benevolencia, su evasivo perpetuarse;
me acomodo en su cofre cuando ellas duermen
porque en mis sueños se apartan
permitiendo que las imágenes dejen sus extraños contornos.
Amo las palabras como pinceles en la paleta,
su color es aire que tantea la realidad cuando se distrae
bronceada de alientos que se fragmentan entre frágiles hilvanes.
Que la tejedora no detenga su misión.
Hoy ha tamizado el horizonte,
mañana será abrazo con la complicidad del viento,
con su hilar de seda sobre mi cuerpo
hará un traje de fiesta de vida y de muerte.
Amo las palabras que ocupan mis espacios,
ésos que aquella niña buscaba para disociar su presencia.
Soledad, te hice compañera como reflejo de esa otra yo
que jugaba conmigo sin estridencias.
Olga Maria Sain
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