Caigo sobre mis ojos en el espejo,
intentando descifrar mi propia mirada,
se distorsiona, se hace ajena, desconectada...
Hay miedo en la profundidad,
tristeza entre las pestañas,
una llamada que se repite,
un pozo que no deja mirar su oscuridad.
Y la mirada se distrae para no verse,
recorre el reflejo de un ángulo de la habitación
y allí confluye mientras se va rompiendo,
como rejas de una disonancia...

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados


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