Cuando solo quedan monosílabos en mis pupilas que se van apagando,
cuando la mano apenas llega a despejar soledades en un débil gesto
decolorando sueños en el sinuoso contorno mudable de sus márgenes:
Piénsame amado en tu olvido, un breve momento
y deja que penetre mi pregunta en tu espesa niebla
en ese azul que destiñe su luz en el ventanal,
aquél donde reposaba con frecuencia la inquietud de tu vida.
No respondes y el interrogante de mi boca solo cubre un vacío,
un rumor, un eco en el agua, un lejano zumbido de desordenadas sílabas.
Tu mano toca mi espalda como límite que señala tu alejamiento,
bordeando abismos quizás, porque la oquedad tiembla sobre mi piel desprendiéndome de ti.
¡Qué extraño es querer acomodar normalidades cuando los cielos se quebraron!
Soy como una bailarina guardada en una caja que cae al suelo
y su mecanismo aún permite entrecortados pasos en las truncadas notas de un vals...

Olga Maria Sain 
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