Después de todo, no eran más que un otoño renaciendo.
Cada tanto, cada menos, cada más…
no eran sino la eternidad en distintos tonos.
Sabiéndose, recorriendo los modos.
Y naciendo a nuevas formas
Soltando los miedos o tratando de hacerlo
Y construyendo una nueva tarea.
Sin esfuerzos, fluyendo.
Como un río que se sabe libre,
pero más: se sabe sano, fuerte y caudaloso
y creciendo en su torrente
aún en el silencio y en la adoración.

Después de todo, no eran sino un otoño renaciendo.
Liberando las hojas amarillas
para mutar a una primavera que los vestiría de color.
No eran más que el amor permitiéndose.
De una manera distinta, elegida.

Después de todo éramos dos y con nosotros: La vida.

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados


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