El beso no puede
esconderse de su orden,
el beso se ha ido
al muro de una elegía,
a un nicho que perdura
en eterno silencio,
donde tu nombre
está grabado.
Yo no lo visito,
porque allá queda nada,
tan solo la nostalgia
que rodea la garganta
para amarrar el grito.
Miro el trazo del sendero
en el atardecer,
absorta escucho
una llamada a mis espaldas,
mi nombre y tu voz
Me alcanzas y te alejas
en las alas del jilguero,
en el rumor de las hojas
en el sonido del agua.
Luego un reflejo
intenta acomodarte
desde mi recuerdo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
esconderse de su orden,
el beso se ha ido
al muro de una elegía,
a un nicho que perdura
en eterno silencio,
donde tu nombre
está grabado.
Yo no lo visito,
porque allá queda nada,
tan solo la nostalgia
que rodea la garganta
para amarrar el grito.
Miro el trazo del sendero
en el atardecer,
absorta escucho
una llamada a mis espaldas,
mi nombre y tu voz
Me alcanzas y te alejas
en las alas del jilguero,
en el rumor de las hojas
en el sonido del agua.
Luego un reflejo
intenta acomodarte
desde mi recuerdo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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