Ella sonríe con pícara complacencia Ella-yo,
maquillada en años, talco en el cabello, surcos en tonos de sepia en el rostro,
ligero temblor en el habla, azuladas las venas en sus manos,
en sus sienes, en sus ojeras, bajo las medias de sus tobillos
algo torpes en el paso que se torna indeciso ante la premura de la voluntad.
La imaginación pinta un devenir,
son mis ancestros los que se asoman para adornarme en el espejo.
Peinan y repeinan el cabello, limpian el cristal de mis lentes
y los colocan suavemente ante los ojos:
Una vidriera de indefinido color, las pupilas como túneles
esconden mil recuerdos y se abren a multitud de posibilidades,
la curiosidad se hace inquieta, impertinente, dominante.
Sí... Ella sonríe cuando yo la miro con mi ceño fruncido.
El suyo está relajado y señala las estrías que heredó de este presente.
Quisiera acariciarla, toco sus hombros algo encorvados,
busco su mejilla para dejar mi beso.
! Ay! he sentido el suyo sobre mi rostro.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
maquillada en años, talco en el cabello, surcos en tonos de sepia en el rostro,
ligero temblor en el habla, azuladas las venas en sus manos,
en sus sienes, en sus ojeras, bajo las medias de sus tobillos
algo torpes en el paso que se torna indeciso ante la premura de la voluntad.
La imaginación pinta un devenir,
son mis ancestros los que se asoman para adornarme en el espejo.
Peinan y repeinan el cabello, limpian el cristal de mis lentes
y los colocan suavemente ante los ojos:
Una vidriera de indefinido color, las pupilas como túneles
esconden mil recuerdos y se abren a multitud de posibilidades,
la curiosidad se hace inquieta, impertinente, dominante.
Sí... Ella sonríe cuando yo la miro con mi ceño fruncido.
El suyo está relajado y señala las estrías que heredó de este presente.
Quisiera acariciarla, toco sus hombros algo encorvados,
busco su mejilla para dejar mi beso.
! Ay! he sentido el suyo sobre mi rostro.
Olga Maria Sain
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