Hoy afianzo un pretexto
un toque de queda encriptado
un pacto a voluntad con lo inmediato.
El rumbo: a sotavento despliego las velas
y arrojo al mar la brújula.
Sin espuelas ni herrajes,
deshojando racimos a campo abierto.
Abrazada a las crines del viento
desarmando voy el plumaje,
-pautas, apegos, servidumbres-
entre los arbustos de los caminos.
Olga María Saín
©Derechos Reservados
un toque de queda encriptado
un pacto a voluntad con lo inmediato.
El rumbo: a sotavento despliego las velas
y arrojo al mar la brújula.
Sin espuelas ni herrajes,
deshojando racimos a campo abierto.
Abrazada a las crines del viento
desarmando voy el plumaje,
-pautas, apegos, servidumbres-
entre los arbustos de los caminos.
La mirada distraída en el bies de la docilidad
empapa un glosario de ermitaña libertad.
Desciendo por una rampa a la caricia de un lago,
sinuosamente empapada de la luz del mediodía.
Inventaré un memorándum que no contenga palabras,
una leyenda que concluya en la renuncia de su prefacio.
Paladeo el dulce sabor generoso de la inconsciencia.
Si, le doy las espaldas a mi seriedad y ella ríe...
recobrando su niñez.
empapa un glosario de ermitaña libertad.
Desciendo por una rampa a la caricia de un lago,
sinuosamente empapada de la luz del mediodía.
Inventaré un memorándum que no contenga palabras,
una leyenda que concluya en la renuncia de su prefacio.
Paladeo el dulce sabor generoso de la inconsciencia.
Si, le doy las espaldas a mi seriedad y ella ríe...
recobrando su niñez.
©Derechos Reservados
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