Tenues, delgados sueños de eternidad
que se conmueven en tu vientre de hornero jubiloso,
tonos de ti me traen la dulzura del pan revelado en enero,
cuando la casa grande nos oía preparar su tiempo.

Ahora transitan mariposas en tus ojos,
jóvenes ondas de luz descienden por tu cuerpo,
hombre entero, hombre abajo y se desplazan
y te aclaran en paz, colmado de esperanza contenida.

Y yo regreso del silencio para contemplarte,
para asistir a un canto milagroso que nunca descansa,
para estrecharte así, cuerpo y más cuerpo, compañero de amor.
Un mar de bienvenida palpitante susurra en el alma.

Olga Maria Saín
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