Avanza el tiempo, las primaveras se vuelven otoños, inviernos.
Los cálidos veranos se beben los besos
y las tenues madrugadas se vuelven acaso algunos versos.
Uno desea volver a ese día encontrando
solo la distancia fría que nos dejaron en el alma.
Desaparecida está la palabra, dolor es el intento por seguir sintiéndonos,
aún ausentes, aún dolientes, aún esperanzados.
Hasta el último instante en que respiraron esos soles internos
que jamás creyeron un olvido y un adiós.
Hay quienes se quedaron esperando.
Mil lunas y un único cielo, vestido de dos que lo miraron
desde otros párpados cerrados tal vez.
O abiertos, imaginados para aquél que se quedó esperando
el regreso del que no partió.
No hay tristeza más absoluta que ver lo que un día tuvimos
y debimos soltar.
Duelen las promesas que el alma aún pronuncia,
lo aseguro: hay ojos que se quedan.
Avanza el tiempo, las primavera y el frío invierno se hace un hueco
en la muy áspera y solitaria espera.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Los cálidos veranos se beben los besos
y las tenues madrugadas se vuelven acaso algunos versos.
Uno desea volver a ese día encontrando
solo la distancia fría que nos dejaron en el alma.
Desaparecida está la palabra, dolor es el intento por seguir sintiéndonos,
aún ausentes, aún dolientes, aún esperanzados.
Hasta el último instante en que respiraron esos soles internos
que jamás creyeron un olvido y un adiós.
Hay quienes se quedaron esperando.
Mil lunas y un único cielo, vestido de dos que lo miraron
desde otros párpados cerrados tal vez.
O abiertos, imaginados para aquél que se quedó esperando
el regreso del que no partió.
No hay tristeza más absoluta que ver lo que un día tuvimos
y debimos soltar.
Duelen las promesas que el alma aún pronuncia,
lo aseguro: hay ojos que se quedan.
Avanza el tiempo, las primavera y el frío invierno se hace un hueco
en la muy áspera y solitaria espera.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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