Al llegar el alba, la fría brisa de la mañana cruza las ventanas de mi cuarto: en el camino, las huellas de aquél que partió sin mirar atrás.

Mi cuerpo aún desnudo, solo cubierto por las sábanas del adiós escribió las frías letras en el cristal; no llovía, no era momento de lágrimas.
Sí de mucha tristeza.

Olga Sain
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