Éramos tan solo un mar abierto, desgarro de tormentas y mareas.
Éramos apenas cielo incierto despejado y nublado, vacío y cubierto.
Éramos concierto de melodías diversas y únicas.
Atisbos de acordes nuevos y primeros ensayos de mañana.
Éramos la calma y la ira, el infierno del deseo
en las burbujas de la savia compartida.
Lava encendida, río caudaloso, lago cristalino.
Y ese sorbo de vino de tus labios en los míos.
Éramos curiosidad y anhelo, asalto de temores y conciencia.
La fragancia sublime de pasiones eternas consumiéndonos.
Éramos la gracia, el desvelo, el viento en furia y la brisa suave.
La cordura vestida de locura y la locura maravillosa sin ningún traje.
Eso éramos y somos, el milagro de nacer en cada intento.
El tuyo, el mío, el nuestro.
Embebidos en el único misterio de estar tan lejos y a la vez tan juntos.
Olga Sain
©Derechos Reservados
Éramos apenas cielo incierto despejado y nublado, vacío y cubierto.
Éramos concierto de melodías diversas y únicas.
Atisbos de acordes nuevos y primeros ensayos de mañana.
Éramos la calma y la ira, el infierno del deseo
en las burbujas de la savia compartida.
Lava encendida, río caudaloso, lago cristalino.
Y ese sorbo de vino de tus labios en los míos.
Éramos curiosidad y anhelo, asalto de temores y conciencia.
La fragancia sublime de pasiones eternas consumiéndonos.
Éramos la gracia, el desvelo, el viento en furia y la brisa suave.
La cordura vestida de locura y la locura maravillosa sin ningún traje.
Eso éramos y somos, el milagro de nacer en cada intento.
El tuyo, el mío, el nuestro.
Embebidos en el único misterio de estar tan lejos y a la vez tan juntos.
Olga Sain
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