Hay amores que aún a la distancia nos acompañan.
Viven con nosotros amparándonos.
Nos saludan por las mañanas y nos despiden por las noches;
sin saberlos cómplices nos protegen.
Son nuestra cuna y la manta que nos cubre.
El cielo que atento nos vigila y nos calma.
Hay amores destinados a ser eternos,
a ser desvelos, ser destiempo.
Amores que sólo algunos alcanzan:
anidan en la garganta por, para siempre.
Y somos en su voz, en su silencio.
En ese corazón aprisionado entre los dedos
asemejando un puño como deseando golpear
un porqué que nunca alcanzamos
ni llegaremos a entender,
latente en ese nunca que nunca pronunciamos.
Hay amores únicos, alados, benditos, milagrosos.
Amores que no se buscan, amores que son hallazgos.
Olga Sain
©Derechos Reservados
Viven con nosotros amparándonos.
Nos saludan por las mañanas y nos despiden por las noches;
sin saberlos cómplices nos protegen.
Son nuestra cuna y la manta que nos cubre.
El cielo que atento nos vigila y nos calma.
Hay amores destinados a ser eternos,
a ser desvelos, ser destiempo.
Amores que sólo algunos alcanzan:
anidan en la garganta por, para siempre.
Y somos en su voz, en su silencio.
En ese corazón aprisionado entre los dedos
asemejando un puño como deseando golpear
un porqué que nunca alcanzamos
ni llegaremos a entender,
latente en ese nunca que nunca pronunciamos.
Hay amores únicos, alados, benditos, milagrosos.
Amores que no se buscan, amores que son hallazgos.
Olga Sain
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