Busqué un abrigo, quedándome en silencio abrazándome a mí misma.
Luego te hablé.
Y me apreté los brazos como queriendo contenerte mío.
Humedecí mis labios, mis ojos hablaban así como deseando decir:
Quédate.
Aún cuando el abrigo se había caído.
Y los brazos vencidos se aferraban a mí.

Olga Maria Sain
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