Si aprendiésemos a usar la intuición
cada vez que alguien piensa en nosotros
seríamos como campanitas andando…
Quizás, si aprendiésemos a escuchar a la intuición,
sabríamos que allí donde hemos sembrado amor,
somos nombrados y bendecidos.
Nuestro andar no pasa desapercibido.
Al contrario hay quienes nos acompañan
aún cuando no lo hayamos notado.
Caminemos serenos sin perder el paisaje alrededor.
Tampoco aquel que con los ojos no llegamos a ver,
pero que el alma siente.
Seamos conscientes: solo apaguemos un poco la razón
y encendamos la intuición y el sentir.
Es un maravilloso ensayo para aprender a ser feliz.

Olga Sain
©Derechos Reservados


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