Tristeza... no vienes, estás, eres, acudes, te despides,
te extrañas, floreces, callas, gritas
y te abandonas al refugio de lo indefinido.
Te marchitas en tu impotencia, te pierdes en una leve pasión,
marcas los pasos del ánimo, de la confianza
cuando ha sido agredida por lo irracional.
No te llega el hondo suspiro,
has hecho bastión defensivo del cansado orden
de seguir en las trincheras que ya fueron cubiertas.
Tenías templos de oración, hoy solo peticiones en los umbrales...
La mano tendida para recoger la lluvia,
- solo la lluvia - como si fueran lágrimas de un mañana.
El dial del olvido se llena de memoria,
memoria para acelerar avatares que se agitan en su enredadera.
Hoy, sólo eres el arquetipo que se asoma a los sueños,
pero el huésped ya no respira, no late su corazón.
Una lanzadera de su amor, látigo que alerta en vano,
al enemigo...
Y él muda de piel
a lo invisible,
a lo errático,
al perfil de la abnegación
al antídoto de una paradoja...
Olga Sain
©Derechos Reservados
te extrañas, floreces, callas, gritas
y te abandonas al refugio de lo indefinido.
Te marchitas en tu impotencia, te pierdes en una leve pasión,
marcas los pasos del ánimo, de la confianza
cuando ha sido agredida por lo irracional.
No te llega el hondo suspiro,
has hecho bastión defensivo del cansado orden
de seguir en las trincheras que ya fueron cubiertas.
Tenías templos de oración, hoy solo peticiones en los umbrales...
La mano tendida para recoger la lluvia,
- solo la lluvia - como si fueran lágrimas de un mañana.
El dial del olvido se llena de memoria,
memoria para acelerar avatares que se agitan en su enredadera.
Hoy, sólo eres el arquetipo que se asoma a los sueños,
pero el huésped ya no respira, no late su corazón.
Una lanzadera de su amor, látigo que alerta en vano,
al enemigo...
Y él muda de piel
a lo invisible,
a lo errático,
al perfil de la abnegación
al antídoto de una paradoja...
Olga Sain
©Derechos Reservados
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