Dos que miran un reloj que no tiene horas,
que cuentan pasos calculando distancias,
esquivando el cansancio.
Que sueñan en distintos lugares
y comienzan a extrañar juntos su singular diálogo.
Esos que se animan a lo distinto,
a lo propio, a lo extraordinario.
Que saben que son llamados al milagro,
a ser luz en la mirada
que vestirá de magia lo cotidiano.

Olga Sain .
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