La desolación puede ser un lugar tranquilo...
Dejarse estar sobre renuncias, desacelerar la vida que a veces pretende metas,
donde el esfuerzo se esteriliza desde el comienzo y sobre todo en el final,
ese final inalcanzable, irreal, impuesto.
Gira en un desordenado torbellino el mundo y sus gentes. Y las exigencias,
aquéllas que empujan a un ritmo que no necesito.
Voy recorriendo el corolario de situaciones anímicas donde descansar,
la voluntad aprieta en enfrentadas direcciones y pregunto:
¿Qué es la voluntad...?
Emociones que se han fusionado en su significado, mensajes confusos en la juventud,
un equívoco, una falsa premisa con categoría de ley moral, de estado "asertivo”...
Tal vez una trampa de esta sociedad en su locura, que se deshumaniza
en el empuje de su propia necesidad de supervivencia.
¿Y por qué no recorrer esos lugares de la existencia
que se han colegiado como negatividad y enlazarlos con un sentir primitivo?
¿Por qué no entregarse de lleno al vacío de un nirvana sea cual sea a donde nos lleve?
Ese ideal es una irrealidad mientras el corazón late y los ojos se llenan de imágenes
y los oídos de sonidos de todo calibre...
Pero cabe en los entrañas de nuestra complejidad cuando ésta solo es un laberinto que lleva a un atajo y el atajo al lugar de partida de donde no debimos movernos,
impulsados por delirios que, hipnóticamente, se nos hicieron viscerales hace ya mucho tiempo.

Si... la desolación puede ser un lugar tranquilo.
Un sueño que caduca sobre el sueño,
un profundo descanso que no es consciente de ser descanso,
el bálsamo de la idea de la nada.
Después ropajes del ser para, por, con... que caen
de la delgadez donde queda la vida que se había
hinchado como un globo de inútiles anhelos.

Olga Sain .
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