Hijos de nadie
esclavos de una diáspora
mordentes de una tierra
que se hunde a sus pies...

En el quieto quejido
de beberse el sudor
de sus cansados cuerpos
petrificando la piel
unos ojos todavía sueñan
ateridos de miedo,
un temblor donde fecunda
volcanes de hiel.

Apenas un gesto le separa
de la sonrisa que se detiene
azul inocencia
que pugna por florecer.
A sus espaldas el depredador,
insaciable en su ceguera:
Una bandera en la mano
fetiche de la ley.

Inventa dioses por un instante
que mueren en la oración,
una apuesta enajenada
que se adiestra en la fe.
Amor, bordeas acantilados
donando tu esfuerzo a las olas.
Alargas tu mano al viento
sin saber por qué.

¿Por una hogaza de libertad?
¿Por un grito insumiso?
Hijos de nadie,
sentenciados al nacer.

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados


Comentarios