Los adioses se resisten a ser pronunciados,
sigo moviendo mi mano desde tu partida
Veo a lo lejos la estela que dejó tu efímero estar.
La vida con sus vericuetos forja su destino.
Mi soledad roció en la madrugada- hermana del insomnio -
la magia entre las manos con anillos de frío
y mi aliento, cautivo de un mañana,
se perdió ayer en el dintel de la bruma.
Cercos en las horas que demandaban yugos
torrentes quietos como la muerte
que resbala sin voz en la sombra.
Se asoma el sol azulado en el horizonte.
¿Se oye el sonido de tu voz en su regreso?
Quizás sueñe en la vigilia
lo que el deseo no quiere nombrar...

Olga Maria Sain
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