Se silencian los pensamientos en la mudez de los labios,
se aísla tu mirada y no he de preguntar sus razones.
El huracán tal vez habite en tu pecho y lo contienes,
estoy envuelta en niebla, transparente como el cristal,
espesa como el tiempo transcurrido.
Bajas la cabeza, la escondes
y entre las espigas de tus brazos
contemplas aún mi pelo
acaricias con delicadeza su cascada...
Silenciosa languidez.
Ayer mariposas de fantasía,
hoy nada que averiguar niña-mujer.
Mi ansiedad pregunta, mi boca calla
mi alma se queda en la otra orilla con el olor de tu piel.
Se abrieron las compuertas
de tu inundación y yo espero al otro lado, lejos,
en la desembocadura, casi junto al mar,
en las últimas ondas de un lento oleaje que acaricia las piedras.
Dejas ahora que acaricie tu cabello y te ausentas
¿Como una pluma que se aleja liviana hacia un rumbo desconocido?
Deja que mis manos se ofrezcan sin que lo sepas.
Tal vez tu mirada entiende aquello que oculta;
exploras cuanto contienen mis ojos
y no puedo encontrarme en los tuyos.
Es hora que el cruce de caminos
vaya quedándose detrás de tus pasos.
Los míos... se detienen al borde de una lágrima
que acude sin permiso.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
se aísla tu mirada y no he de preguntar sus razones.
El huracán tal vez habite en tu pecho y lo contienes,
estoy envuelta en niebla, transparente como el cristal,
espesa como el tiempo transcurrido.
Bajas la cabeza, la escondes
y entre las espigas de tus brazos
contemplas aún mi pelo
acaricias con delicadeza su cascada...
Silenciosa languidez.
Ayer mariposas de fantasía,
hoy nada que averiguar niña-mujer.
Mi ansiedad pregunta, mi boca calla
mi alma se queda en la otra orilla con el olor de tu piel.
Se abrieron las compuertas
de tu inundación y yo espero al otro lado, lejos,
en la desembocadura, casi junto al mar,
en las últimas ondas de un lento oleaje que acaricia las piedras.
Dejas ahora que acaricie tu cabello y te ausentas
¿Como una pluma que se aleja liviana hacia un rumbo desconocido?
Deja que mis manos se ofrezcan sin que lo sepas.
Tal vez tu mirada entiende aquello que oculta;
exploras cuanto contienen mis ojos
y no puedo encontrarme en los tuyos.
Es hora que el cruce de caminos
vaya quedándose detrás de tus pasos.
Los míos... se detienen al borde de una lágrima
que acude sin permiso.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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