Temprana surgió la esperanza, tardía su despedida.
Después de arrojar pétalos a un destino cualquiera,
ese que cae sobre las manos y no es mío, no es de nadie...
Pero lo ofrezco impaciente a un solitario viajero que
anduvo caminos de nieve,
espacios en círculo entre los árboles del bosque.
También sobre el cerco de las olas del mar en la arena...
Un fraseo a cada paso de melodías a media voz,
los pies marcando el ritmo a su voluntad
sin meta predeterminada, sin límite en la travesía.
Una capa de deseo arrastrando polvaredas,
arrastrando las huellas de los soñadores,
esos que miran los cielos con los ojos cerrados
para inventarse una historia donde dejar el alma doliente.
Anduvo caminos de asfaltos quemados
por la sequía de un ardiente verano,
hasta llegar al arroyo que le dio cobijo para una breve siesta,
la última,
la que daba paso a la muerte.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Después de arrojar pétalos a un destino cualquiera,
ese que cae sobre las manos y no es mío, no es de nadie...
Pero lo ofrezco impaciente a un solitario viajero que
anduvo caminos de nieve,
espacios en círculo entre los árboles del bosque.
También sobre el cerco de las olas del mar en la arena...
Un fraseo a cada paso de melodías a media voz,
los pies marcando el ritmo a su voluntad
sin meta predeterminada, sin límite en la travesía.
Una capa de deseo arrastrando polvaredas,
arrastrando las huellas de los soñadores,
esos que miran los cielos con los ojos cerrados
para inventarse una historia donde dejar el alma doliente.
Anduvo caminos de asfaltos quemados
por la sequía de un ardiente verano,
hasta llegar al arroyo que le dio cobijo para una breve siesta,
la última,
la que daba paso a la muerte.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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