Ya no busco tréboles de cuatro hojas...
Se han deshojado sin despedirse hasta las margaritas.
Hay muros fríos en el lugar donde dormían las flores
El cielo mira extrañado mis ojos cerrados en el sendero.
Aquel de la infancia generoso en frutas y sueños.
Ya no pueden mis pies subir al cerro
amigo de mis días de juventud en sus cumbres
y envejece conmigo en silencio.
Algunos niños cantan aún en su base.
Hormigón y asfalto, ellos no tienen mi nostalgia.
Un herraje desgastado en el atuendo de mis pies.
Y quiero calzarme alas y plumas en mis brazos para soñar.
El sueño trae lágrimas de aquella mirada compañera,
me esperabas sentado en un banco de piedra a mitad del camino
la fuente manaba agua fresca de manantial.
Mi historia no encanece en los versos que intentan ser poema
solo se evapora muy despacio para dormirme.
Ayer fue siempre, fugacidad, un suspiro.
Ayer es nunca, ahora que miro la seca neblina.
La mañana me rodea con su nuevo sigilo, en mi viejo sitio.

Olga Maria Sain
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