Cada uno de nosotros nos vamos sembrando en otros,
sin tener casi conciencia de ello.
Nos vamos quedando un poco en éste, otro poco en aquél.
Lo increíble o al menos difícil de comprender
(o de alcanzar a ver con la simplicidad que ello implica)
es que en cada uno que nos recibe
vamos dejando una huella distinta.
No es siempre una única semilla.
Si bien podríamos afirmar que podemos ser
más o menos siempre de la misma manera
y hasta creernos así, lo cierto es que donde fui,
donde me sembré, he sido cada vez otra, una distinta
La esencia que se parte y se comparte
de acuerdo a las almas que roza.
Y ambas, tocada y tocante, semilla y terreno, estrella y cielo
se complementan en algún punto.
Por ello, expreso el carácter de siembra.
No soy la misma luego de tú en mí.
No eres el mismo luego de mi paso por tu vida.
Ambos nos hemos modificado.
Con un poco de atención y conciencia nos daremos cuenta de haber crecido.
Y en ocasiones aparecen mortales inmortales que nos alcanzan a elevar lo suficiente para poder divisarnos a nosotros mismos desde otro ángulo.
Son circunstancias bellas, hondas, tan etéreas y a la vez concretas
que lo único contundente de esas huellas es sentir que merecimos su presencia.
Nos vamos descubriendo distintos a lo viejo
y muy parecidos a lo nuevo que seremos.

Olga Maria Sain
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