Tan solo buscaba una noche, sonrisas y
un misterio sin querer en el fondo descubrirlo,
un sinfín de ilusiones que se acabarían
en la mañana que tardaba tanto en llegar.
Tal vez era la madrugada mostrando su eterno color gris
o los sueños guardados debajo de la almohada
junto al beso y la plegaria que no se cansaba de repetir.
Tal vez el desconsuelo, el desvarío, el desván vacío.
El cúmulo de nadie, el techo de tan poco,
el sabor agrio y amargo del propio silencio
atravesando la garganta y anidando en el pecho.
Quizá era la última vez y por ello valdría la pena esperar.
Llegó solo la ausencia llena y el desborde húmedo
de un por qué sin respuesta.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
un misterio sin querer en el fondo descubrirlo,
un sinfín de ilusiones que se acabarían
en la mañana que tardaba tanto en llegar.
Tal vez era la madrugada mostrando su eterno color gris
o los sueños guardados debajo de la almohada
junto al beso y la plegaria que no se cansaba de repetir.
Tal vez el desconsuelo, el desvarío, el desván vacío.
El cúmulo de nadie, el techo de tan poco,
el sabor agrio y amargo del propio silencio
atravesando la garganta y anidando en el pecho.
Quizá era la última vez y por ello valdría la pena esperar.
Llegó solo la ausencia llena y el desborde húmedo
de un por qué sin respuesta.
Olga Maria Sain
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