Ser como un humilde charco en las costas del cauce del río.
Mueven las sombras luces en el agua llevando rumores
que encienden lirios en una plegaria;
agua que invita al sumergirse a dejar que lleve mis suspiros hasta el mar
donde, tal vez, unos delicados ojos se entretengan contemplándome,
aunque no sea una persona, aunque solo sea el surco de un eco
que rescata el aire.
Mis manos quisieron navegar donde las ascuas chispeaban en la nieve tardía a la que el sol intentó decorar derritiendo su esplendor.
Una certeza llama a la puerta que nunca se cerró, con su timidez volátil,
con la inquietud rasgando la confianza...
La voluntad se detiene en el cordón de la vereda como diciendo que
hoy no es el día.
Voy a olvidar mi nombre en la frontera de un posible retorno.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Mueven las sombras luces en el agua llevando rumores
que encienden lirios en una plegaria;
agua que invita al sumergirse a dejar que lleve mis suspiros hasta el mar
donde, tal vez, unos delicados ojos se entretengan contemplándome,
aunque no sea una persona, aunque solo sea el surco de un eco
que rescata el aire.
Mis manos quisieron navegar donde las ascuas chispeaban en la nieve tardía a la que el sol intentó decorar derritiendo su esplendor.
Una certeza llama a la puerta que nunca se cerró, con su timidez volátil,
con la inquietud rasgando la confianza...
La voluntad se detiene en el cordón de la vereda como diciendo que
hoy no es el día.
Voy a olvidar mi nombre en la frontera de un posible retorno.
Olga Maria Sain
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