¿ Te acordarás ?

¿Te acordarás de mi cuando me muera?
me preguntaste un día entre dos besos
y yo te respondí serenamente
sabiendo que azuzaba tus deseos:
yo te querré, mientras que tus pupilas
reflejen como nítidos espejos
imágenes del mundo, y en tus venas
la sangre pulse con su ritmo lento,
el corazón palpite poderoso,
teja su quimera el pensamiento,
la mano se crispe en la caricia,
y tus labios se junten en un beso.
Luego todo se acaba, amado mío
al extinguirte tú, pues yo no creo
que haya nada sin ti en lo que resta
cuando la muerte paraliza el cuerpo.
Si la luz no se quiebra rutilando
en los cristales de tus ojos ciegos,
si tus labios exangües ya no besan
ni se estremece de placer tu cuerpo
ni eres capaz de odiar, ni de reírte
ni de cantar, como en los días que fueron,
cuanto eras ante mí, fragante, hermoso,
como un brioso corcel y como un verso,
si tú no existes, la energía aquella
que era risa y pasión, gracia y deseo
al irte tú, se pierde diluida
en la fuerza inmortal del universo.
Nuestro amor, hombre mío, vive contigo
y conmigo también. Es risa y beso,
movimiento y calor. Es lo perfecto.
Muerto no te amaré. De esto tan bello
que es nuestro amor, no quedará más tarde,
al extinguirte tú, sino el reflejo
luminoso y radiante de tus ojos,
algún perfume que se lleva el viento,
el sabor de tus labios en mi boca,
y el pensar que es mentira que hayas muerto.

Olga Maria Sain
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