Al abrir la ventana
se me ha entrado a los ojos desnuda la mañana,
santa y limpia alegría de pupilas abiertas,
verde diáfano y dulce de las aguas dormidas,
plata azul de la espuma, redes de sol tendidas
sobre el blanco dorado de los muelles desiertos.
Alegría y gozo mi visión disfruta.
Como pájaros sueltos escapan mis miradas
por sobre la maraña de las barcas ancladas
entre mástiles rojos y velámenes lacios.
Junto a las grandes islas descubren impacientes
la rubia maravilla de las rocas ardientes
corren luego en las libres y soleadas arenas
escalan los pinares y levantan el vuelo
hundiéndose en el agua luminosa del cielo.
Hoy la mañana duerme, pesada y dulcemente
como un fruto maduro, perfumado y caliente,
colgando frente al arco de luz de mi ventana:
y agrandados de asombro, como dos bocas vivas
mis dos ojos glotones, la devoran ansiosos !
Vuelca el sol en la tierra su magnífico riego
y ante el milagro vivo de ésta lluvia de fuego
soy como una niña, curiosa y deslumbrada,
mientras leves colores me acarician la frente
castigan mis pupilas un azul estridente
un latigazo blanco de pájaros marinos.
Allá en el alto espacio, profundo y extasiado,
de la rosa clarísima del cielo inmaculado
cuelgan las anchas nubes, como pétalos flojos;
y aquí, bajo el amparo de mis manos nerviosas
se ahogan mis retinas de amarillos, de rosas,
de blancos, de violetas, de verdes y de rojos.
¡ todo el amor del mundo se ha volcado en mis ojos!
¡Oh ésta explosión de luces en las cumbres dormidas ¡
me taladran las sienes agujas encendidas
que encienden en mis nervios hebras de sol y miel,
y un divino alboroto, salvaje y jubiloso
inflama el jugo arisco de mi sangre que hierve
bajo la seda elástica y clara de mi piel
sobre el amplio paisaje, sobre el cielo distante,
sobre la vida ardiente, desnuda y palpitante
derramo mi mirada en fastuoso derroche.
¡Qué milagro me han dado éstas pupilas mías
para morder la pulpa rosada de los días
y escarbar en el musgo profundo de las noches.
Frente al claro prodigio, me agrando, me estiro,
la carne toda ojos, y miro…miro…miro…
con las raíces vivas y oscuras de mi ser.
Y bajo el hondo influjo de una emoción intensa
¡ toda yo soy el ansia de una pupila inmensa
ávida del supremo regocijo de ver ¡
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
santa y limpia alegría de pupilas abiertas,
verde diáfano y dulce de las aguas dormidas,
plata azul de la espuma, redes de sol tendidas
sobre el blanco dorado de los muelles desiertos.
Alegría y gozo mi visión disfruta.
Como pájaros sueltos escapan mis miradas
por sobre la maraña de las barcas ancladas
entre mástiles rojos y velámenes lacios.
Junto a las grandes islas descubren impacientes
la rubia maravilla de las rocas ardientes
corren luego en las libres y soleadas arenas
escalan los pinares y levantan el vuelo
hundiéndose en el agua luminosa del cielo.
Hoy la mañana duerme, pesada y dulcemente
como un fruto maduro, perfumado y caliente,
colgando frente al arco de luz de mi ventana:
y agrandados de asombro, como dos bocas vivas
mis dos ojos glotones, la devoran ansiosos !
Vuelca el sol en la tierra su magnífico riego
y ante el milagro vivo de ésta lluvia de fuego
soy como una niña, curiosa y deslumbrada,
mientras leves colores me acarician la frente
castigan mis pupilas un azul estridente
un latigazo blanco de pájaros marinos.
Allá en el alto espacio, profundo y extasiado,
de la rosa clarísima del cielo inmaculado
cuelgan las anchas nubes, como pétalos flojos;
y aquí, bajo el amparo de mis manos nerviosas
se ahogan mis retinas de amarillos, de rosas,
de blancos, de violetas, de verdes y de rojos.
¡ todo el amor del mundo se ha volcado en mis ojos!
¡Oh ésta explosión de luces en las cumbres dormidas ¡
me taladran las sienes agujas encendidas
que encienden en mis nervios hebras de sol y miel,
y un divino alboroto, salvaje y jubiloso
inflama el jugo arisco de mi sangre que hierve
bajo la seda elástica y clara de mi piel
sobre el amplio paisaje, sobre el cielo distante,
sobre la vida ardiente, desnuda y palpitante
derramo mi mirada en fastuoso derroche.
¡Qué milagro me han dado éstas pupilas mías
para morder la pulpa rosada de los días
y escarbar en el musgo profundo de las noches.
Frente al claro prodigio, me agrando, me estiro,
la carne toda ojos, y miro…miro…miro…
con las raíces vivas y oscuras de mi ser.
Y bajo el hondo influjo de una emoción intensa
¡ toda yo soy el ansia de una pupila inmensa
ávida del supremo regocijo de ver ¡
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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