Rutina tú me das la mano
todas las mañanas al despertar, alimentas despedidas
de mis roles, de ese yo que debe anclarse
y solamente desea no estar.
Ese no, que se afirma sin embargo con el ruedo de la extrañeza.
Lejos veo la orilla mientras me adentro en el mar,
allá una mujer sombra
- una silueta que enmarca el azulado amanecer -
ya no contempla el horizonte,
ha cerrado los ojos en el hueco de su intimidad.
Se evapora lentamente cumpliendo su destino,
aunque el destino nunca supo reconocerse en su estigma.
Van cayendo las palabras buscando deshacerse, desnudarse de equipajes
maletas vacías que van y vienen de paso, viajeras sin rumbo,
con la identidad en sus manijas,
una cartulina sin nombre sin dirección de embarque.
Hay en ellas un aroma que se deshoja con el otoño junto al viento,
que arrastra polvaredas .
Préstame un momento tu "maquillaje" compañera,
quiero adornar lo efímero de mi rostro en el andén del día.
Aún hay restos de naufragios para reconocerme
todavía ...

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados



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