Voy sin rumbo luego de arrojada la brújula a las aguas,
plegadas las velas a sotavento, desplegadas en la calma
hacia ningún lugar, vagabunda en la existencia,
me ofrezco una libertad -quimera desde la ensoñación,
el día y la noche son azares fugaces, compañeros en silencio y me ausento de ellos; soy una muesca en sus raíles, una mota de polvo que flota en las esquinas de los claroscuros.
Mi piel se transparenta despegándose del alma
y el alma la arroja en una isla que no existe, bajo mantos volátiles.
La estación finge primaveras en los glaciares,
desnudos los pies y ni siquiera eso,
no soy caminante, soy vuelo, no soy vuelo, soy bruma flotante y ni siquiera eso…
¿Hay puertas en los cielos? están todas abiertas,
en un círculo iniciático las nubes las enmarcan con cierta parsimonia
desvaneciéndose lentamente y ni siquiera eso.
Hago senderos por el esplendor del bosque de nido en nido,
de rama en rama como un circuito sin medida.
La nieve son confites,
los rayos bengalas de fiesta,
la lluvia caricias livianas,
una leyenda donde mutar realidades y ni siquiera eso.
El equilibrio se entretiene en dar vueltas en remolinos,
en ondular su eje dibujándolo a trazos,
oscila de sur a norte, de oeste a este, un trompo tan solo sobre las aguas
y ni siquiera eso..
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
hacia ningún lugar, vagabunda en la existencia,
me ofrezco una libertad -quimera desde la ensoñación,
el día y la noche son azares fugaces, compañeros en silencio y me ausento de ellos; soy una muesca en sus raíles, una mota de polvo que flota en las esquinas de los claroscuros.
Mi piel se transparenta despegándose del alma
y el alma la arroja en una isla que no existe, bajo mantos volátiles.
La estación finge primaveras en los glaciares,
desnudos los pies y ni siquiera eso,
no soy caminante, soy vuelo, no soy vuelo, soy bruma flotante y ni siquiera eso…
¿Hay puertas en los cielos? están todas abiertas,
en un círculo iniciático las nubes las enmarcan con cierta parsimonia
desvaneciéndose lentamente y ni siquiera eso.
Hago senderos por el esplendor del bosque de nido en nido,
de rama en rama como un circuito sin medida.
La nieve son confites,
los rayos bengalas de fiesta,
la lluvia caricias livianas,
una leyenda donde mutar realidades y ni siquiera eso.
El equilibrio se entretiene en dar vueltas en remolinos,
en ondular su eje dibujándolo a trazos,
oscila de sur a norte, de oeste a este, un trompo tan solo sobre las aguas
y ni siquiera eso..
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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