Bebo a sorbos grietas de mi humedeciendo un imaginado paladar.
Y el beso se destiñe en la humedad de su secreto:
Esa cavidad de tu boca que quise retener,
destilando miel de azahares y un insaciable sabor amargo
de todas las certezas, de lo perdurable, de las distancias,
de las ausencias, de la muerte anunciada demasiado temprano,
en el primer minuto donde el amor
descubrió la distancia más corta entre dos cuerpos unidos.
Las fronteras se clavaban en el interior de los huesos,
más allá del alma integrada en el orden de la eternidad.
Piel sobre piel, olor sobre olor, deseo entrelazado en grutas sin entrada ...
Peregrina en la turbulencia de mi sensual victoria,
en la gloriosa sumisión de ser más allá del ser, sin el ser,
-más allá de ti -.
En el eco de un viaje donde la llegada es también la despedida.

Olga Maria Sain
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