El señor del pijama
se asoma a su balcón del piso 8
y mira hacia la calle.
Es una visión ritual suspendida en la tarde,
una vivencia simultánea
que indaga sin avidez frente al mundo.
A sus pies todo pugna en la diversidad:
rostros lejanos, cuerpos en fuga
asegurándose el tiempo y el abrigo
de una luz indecisa.
Focos de soledad que se combinan,
disciplinados rumbos de un cansancio
que han reunido sus ojos.
El señor del pijama y el cabello blanco
se asoma a su balcón como todas las tardes.
Y volverá a elegir.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
se asoma a su balcón del piso 8
y mira hacia la calle.
Es una visión ritual suspendida en la tarde,
una vivencia simultánea
que indaga sin avidez frente al mundo.
A sus pies todo pugna en la diversidad:
rostros lejanos, cuerpos en fuga
asegurándose el tiempo y el abrigo
de una luz indecisa.
Focos de soledad que se combinan,
disciplinados rumbos de un cansancio
que han reunido sus ojos.
El señor del pijama y el cabello blanco
se asoma a su balcón como todas las tardes.
Y volverá a elegir.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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