Arráncame la piel amado mío,
para vestir de amor tu desconsuelo;
lame de mis ojos el dulce sueño
que invita a la muerte a morir de dicha.

Ni ángeles deseosos por la vida
ni demonios por el perdón del cielo
encontrarán jamás mayor consuelo
que mi sangre en tu piel vuelta caricias.

Olga Sain .
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