Beso de miel, acompasado, cálido...
Una breve sucesión de pronto invasiva y casi a contraluz trae
el sabor de lo intempestivo, del saludo no esperado;
furtivo desde su mirada hay un juego de escondites a campo abierto.
Beso que busco en mis labios secos por la intemperie de un tiempo de ausencias.
Los dejo a la humedad del día que derrocha lluvia,
la miel se fue distanciando dejando el sabor a romero en
la esencia de un alma que se entregó aquel día...
Desbordada de sí misma, desbordándose en mi tiempo,
para que la vida como tutora de ese amor lo guarde.
Se evapora lentamente después de la despedida,
la que temblaba lejos,
muy lejos,
en las manos de los dioses, con un gesto que bendijo
el desconocido caudal de una nueva aventura.
Y se hicieron vergeles mis gestos,
para no sollozar sobre el gris de mi añoranza.
Otoño: Viniste de blanco luto sobre el dorado júbilo
de aquélla que tomó mi mano para adornar el ocaso
con su primera infancia.

Olga Sain .
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