Cuando las flores brotan en el silencio de la luna,
sobre un cerco elegido a mis pies,
con el ardor frío de su cansancio con el camino apenas iniciado,
cae el rocío sobre la piel y su generosa presencia va saciando el hambre,
humedeciendo la sed profusa de un manantial.
Soy raíz en la tierra nutrida de savia ancestral,
madre-cobijo, madre-fuerza que guía los pasos y sus pausas.
Hoy me quedaré quieta en el redondel de las estrellas,
en la alfombra del suelo fértil como puente de dioses.
Llevo en mis bolsillos migajas de panes viejos:
las aves se acercan metiendo en ellos su pico
y luego cantan como si me agradecieran.
Hoy quiero ser rama de árbol para acoger al nido y sus pichones.

Olga Sain .
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