Dos que amanecen meciéndose en la certeza de tenerse.
Dos que deambulan por el mundo conscientes de extrañarse.
Dos que se acomodan a la rutina de los días y las noches.
Dos que se deslumbran todavía en las palabras y sus roces.
Dos que se tildan de libertades compartidas,
de sueños a destajos y a deshoras.
Dos que se saben aurora y atardecer juntos.
Dos que como juncos se yerguen y crecen.
Dos que se estremecen entre las líneas de los versos
y son presos únicamente del deseo de abrazarse.
Dos que alzan alma con alma hacia el cielo.
Dos que se dedican un te quiero y la caricia de un tal vez.

Olga Sain .
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