Me balanceo en el exilio de los rosales,
óxido en la mirada, cenizas en la voz...
Me balanceo sujeta por el viento junto a la veleta
que gira y gira contemplándome.
El día se desnuda casi como un secreto cubierto de algodones,
lleva algo de nostalgia prestada que despierta la siesta de los tejados.
Me balanceo: trompo que vive y muere en lo ajeno de una continuidad
y el capricho de un antiguo juego.
Me balanceo cada vez más despacio,
marcando indicios de una ausencia en el punto y final de un interminable prólogo.

Olga Sain .
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